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Editorial

 

 

 

 

 

La dirección del IPN: orgullo y reto

 

 

 

 

 

Asumir la dirección del Instituto Pedagógico Nacional (IPN) es todo un orgullo, pero también un reto. Próximo a cumplir cien años de existencia, el IPN no solo vio nacer en su seno a la Universidad Pedagógica Femenina, hoy Universidad Pedagógica Nacional; fue también la primera institución del país en reconocer para la mujer la potestad y el derecho de ejercer como maestra bajo el título de normalista. Asimismo, fue el primer colegio de carácter oficial que incluyó como programa formal la enseñanza de Educación Física, gimnasia sueca y gimnasia rítmica para mujeres. Siempre innovador y vanguardista, el IPN inauguró la enseñanza del solfeo acompañado de la interpretación con instrumentos de cuerda, y desarrolló tempranamente la inclusión de tambores y marimbas. Con el colegio nació la educación pre-escolar pública, el primer jardín infantil oficial, la atención a niños y niñas con necesidades especiales y la incorporación de la enseñanza de la biología y la informática al pénsum oficial, entre muchos otros alcances y logros que han posicionado al IPN en el devenir de la educación en Colombia y que lo han llevado al reconocimiento legal como patrimonio histórico de la nación.

 

El reto, entonces, es mayúsculo. Se trata, desde luego, de reivindicar con decoro este legado y, al mismo tiempo, de continuar con la tarea que directores recientes como Alejandro Álvarez y Mauricio Bautista pusieron en lo alto. Ahora tenemos la obligación de aportar nuestro grano de arena a la formación de una generación que ha sido considerada la “generación de la verdad”; de comprometer a nuestros niños, niñas y jóvenes en la perspectiva de abrazarla y procurar un nuevo país en donde la paz sea posible y factible, para todas y todos, vivir con dignidad.

 

Entre los compromisos inicialmente adquiridos, surgidos de las primeras conversaciones sostenidas con estudiantes y profesores(as), figura el avanzar en la formación en lenguas extranjeras, multiplicar los ofrecimientos en una malla extraescolar que profundice el saber, la cultura y el deporte, fortalecer los proyectos de aula, los proyectos pedagógicos integrales, la interdisciplinariedad y la investigación; promover la pedagogía como eje transversal de los énfasis y optimizar las relaciones con la universidad, sus docentes y practicantes. Por supuesto, atender las necesidades de la planta física y los requerimientos que formulen los procesos de enseñanza – aprendizaje son una prioridad. De hecho, la dotación en materia tecnológica o el retorno a la piscina de nuestros estudiantes de educación especial, son labores que ya se han iniciado. Al lado de ello, el cometido consiste en trabajar para lograr legislaciones que reclama el IPN, avanzar en la inclusión, mejorar las interacciones del Proyecto Fronteras e incrementar talleres para nuestros estudiantes. En fin, no son pocas las actividades que solo el trabajo colectivo, la participación y el compromiso de toda la comunidad, nos permitirán emprender y culminar con resultados.

 

Mención especial merece el impulso a la convivencia sana y armónica, responsable de la libertad y comprometida con el respeto a los deberes y derechos, en defensa de la igualdad y la autonomía. La jornada “Un like por la convivencia y la vida”, persigue formar en valores, estimular la confianza y el amor propio de nuestros estudiantes, de su cuerpo y su individualidad; dedicar toda una jornada al encuentro, a la conversa, a la formación y el intercambio de opiniones sobre aquello que sentimos y expresamos. En esa dirección, igualmente, nos proponemos recuperar el “Día de la familia”, promover la posibilidad de “Una noche en el colegio” e iniciar desde ya actividades enfocadas a la celebración académica y festiva de nuestro centenario.

 

Cada una de estas tareas y de muchas otras que por falta de espacio no se mencionan, harán parte de nuestra ocupación cotidiana.

 

Finalmente, es importante destacar la disposición absoluta a la apertura, a la escucha, al diálogo. Proponemos una dirección de cara a la comunidad y, principalmente, del lado de los estudiantes. Portar el uniforme todos los días guarda un alto sentido de pertenencia, responsabilidad y apego. Giuseppina Pizzigoni, educadora italiana, enseñó a principios del siglo XX que, más que prestar un servicio a la ciencia y la pedagogía, el maestro debía proponerse prestarlo en concreto a quienes le rodeaban; educar sin palabras, con símbolos y ejemplo, con la construcción de un ambiente escolar de fraternidad, de afecto y acogida, sin barreras ni distancias, sin límite de esfuerzos ni descanso. ¡Ese es el norte!      

ADOLFO.jfif

Bienvenido al IPN

Profesor Adolfo Leon Atehortua

Director IPN

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